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Revista Ecoguía. Noticias Ambientales y Ecológicas

Bogotá, Noviembre 24 de 2011.- Colombia cuenta con una riqueza de serpientes poco apreciada en la bibliografía científica. La diversidad excede las 270 especies, un horror para la mayoría, pero una ventaja para el país. Solo 48 (18%) son venenosas y presentan riesgo para los humanos.

En un análisis sobre estos reptiles, escrito por el profesor Jonh D. Lynch, de la Universidad Nacional, se determina que se hallan a lo ancho y largo del país, excepto en tierras por encima de los 3.500 metros de altitud y las aguas del Caribe. Para conservarlos, la primera tarea es identificar los peligros en su contra que reducen las densidades y diversidad, así como conocer su distribución geográfica.

Una quinta amenaza tendría que ver con la colecta que realizan los científicos, práctica que el Ministerio de Ambiente quiere equiparar con el tráfico ilegal, algo que no se justifica. Existen muchas dificultades en la calificación de estas cinco categorías. Para la mayoría de ítems, no podemos hacer más que estimar su importancia.

Condenadas por su mala fama

No hay datos confiables sobre la primera amenaza, por eso se debe extrapolar para cuantificar. El presente análisis deriva de entrevistas con campesinos en diferentes zonas del país, principalmente en las tierras bajas. Ellos recuerdan con claridad cuándo mataron serpientes.

Cifras en el orden de dos o tres ejemplares eliminados por día son estimaciones con un grado alto de confianza. Los campesinos asumen que todas las serpientes (o los animales similares) pueden ser venenosas. Por eso la matanza cubre también a las inofensivas, culebras ciegas, tatacoas y lagartijas que carecen de miembros. Ese comportamiento puede ser noble al querer proteger a sus familias, pero el desconocimiento deteriora la riqueza biológica y, lo peor, se transmite por generaciones.

Un campesino podría matar entre 700 y 1.400 individuos por año. Al promediar el número de familias rurales en el país y asumiendo la misma tasa de exterminio, este factor suma entre 21 millones y 31 millones de ofidios aniquilados.

Muertes en la vía

El segundo factor está asociado al grado de desarrollo de las regiones. El sistema de carreteras es desigual, existen más o menos según el número de habitantes. La mortalidad sobre las vías es bien conocida, pero no cuantificada por los biólogos colombianos.

Este tipo de observaciones se han realizado en otros países. Utilizando datos recientes de Brasil (la referencia más cercana), la tasa de mortalidad de serpientes oscila entre 0,9 y 1,9 por día sobre un tramo de 67 km, o entre 1,4 y 2,8 serpientes por día por 100 km de carretera.

Al tomar como aproximación las estimaciones del vecino país, la mortalidad en Colombia por este factor estaría entre 52.600 y 105.300 serpientes arrolladas al año.

Destrucción de hábitats

Con respecto a la destrucción de hábitats, en la región húmeda andina, la destrucción ambiental tiene menor impacto sobre las serpientes porque no existen muchas especies. Sin embargo, puede ser tan extensiva que llega a formar una ?unidad? ecológica, por ejemplo la zona cafetera, en donde estos reptiles se encuentran en grave peligro.

En los departamentos de Caquetá y Meta, así como en la región del Magdalena Medio, la pérdida de los entornos naturales húmedos ha impactado severamente a las culebras, que no son capaces de adaptarse a un ambiente más cálido y seco; por eso han tenido que emigrar a sitios que tampoco les ofrecen protección.

La tala, otra causa

La situación para las especies nativas de bosques secos es distinta, pues su microclima no es marcadamente diferente al de las praderas. Sin embargo, sí es un cambio brusco para los anfibios y otros reptiles que son presas de las serpientes. Ello implica un impacto indirecto.

Según observaciones en campo, el costo biológico que se puede determinar es que por la tala de cada hectárea puede haber pérdida directa de entre 100 y 250 individuos. Si se tiene en cuenta que la tasa anual de corte de bosques (tanto nativos como secundarios) en el país es de 330.000 ha, la pérdida directa de serpientes está entre 33 millones y 82 millones 500 mil.

Es mucho más grave que la matanza indiscriminada por parte de los campesinos. Igualmente, teniendo en cuenta que el 58% de la madera que se extrae de los bosques es legal, es decir que cuenta con permiso de las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) y del Ministerio de Ambiente, entonces se puede deducir que entre 19 millones 140 mil y 47 millones 850 mil serpientes mueren por la complacencia del Gobierno.

El tráfico de animales también agudiza la situación, aunque en este caso se restrinja a pocas especies. Ejemplares como los g?íos (Boa constritor) apreciados en los mercados internacionales y nacionales; las cascabeles (Crotalus durissus), y algunas talla equis (Bothrops asper), apetecidas en la medicina tradicional, están en la mira de los traficantes. Por este factor se eliminan del ambiente entre 1.000 y 5.000 ejemplares por año.

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