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Retornar a las prácticas de producción agrícola sostenible, ya sea en el campo o en la ciudad mediante la agroecología parece ser una de las lecciones más contundentes de esta pandemia que ha llegado a poner en riesgo la sobrevivencia humana en el planeta, mucho más rápido que el cambio climático.

En esto coinciden docentes de diferentes universidades, líderes ambientales y agricultores del país, quienes  consideran que regresar a esta tendencia de agricultura limpia y autosostenible que practican todavía las comunidades indígenas y campesinas  es la fórmula más efectiva para descontaminar el planeta y obtener una alimentación más saludable, que puede fortalecer nuestra inmunidad a pandemias como la del nuevo coronavirus.

Según la FAO,  los pequeños agricultores manejan solo el 30 % de la tierra cultivable en el planeta, pero producen entre el 50 % y el 70 % de los alimentos que se consumen en la mayoría de países.

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Este modelo de agricultura familiar o de huerta riñe con la agricultura industrializada, que aplica alrededor de 2.300 millones de kg de pesticidas cada año para controlar las plagas con un precedente muy negativo: menos del 1 % de estos productos las ataca realmente, por lo que casi todos estos productos terminan en el suelo, en el aire y en el agua. Los daños ambientales y en la salud pública por cuenta de estos pesticidas se estima en más de U$10 mil millones al año, solo en Estados Unidos, según lo advierte un reciente informe del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Clacso.

Por otra parte, los patógenos de hábitats naturales se están extendiendo a las comunidades agrícolas, ganaderas y humanas, debido a las alteraciones  causadas por la agricultura industrial y sus agroquímicos e innovaciones biotecnológicas.

Según lo muestra un estudio de la Universidad de Wisconsin, solo el 4,2% de tala forestal, entre agosto de 1997 y agosto 2001, estaba asociada con el aumento de la malaria hasta en un 48%.

Aumentan enfermedades emergentes

La pandemia ocasionada por el nuevo coronavirus evidencia que al violar las leyes básicas de la ecología so pretexto de la ganancia económica, más enfermedades infecciosas emergentes provendrán de algunos animales silvestres.

De hecho, una de las primeras medidas  tomadas en China, a raíz del contagioso brote del COVID-19, fue prohibir el comercio de especies silvestres, tan comunes en sus mercados populares y que todavía tiene a la ciencia preguntándose si el nuevo coronavirus proviene del pangolín o de alguna otra especie.

Otra voz de alerta de los científicos señala que los patógenos (causantes de enfermedades) previamente encajonados en hábitats naturales se están desplazando hacia las comunidades agrícolas, ganaderas y humanas, debido a la ganadería y a la agricultura extensiva,  que termina arrasando con ecosistemas naturales.

La anti dieta industrializada

Los cultivos industrializados, además del peligroso uso de agroquímicos, ha llevado a que la población mundial dependa de una dieta basadas en solo tres cultivos –arroz, maíz y trigo- pese a que la naturales nos brinda un abanico de más de 2.500 especies para alimentarnos.

Según el estudio de Clacso, la mayoría de los refrescos y refrigerios que se consumen en los Estados Unidos y muchas partes de América Latina contienen jarabe de maíz con alto contenido de fructosa (high-fructose corn syrup), la cual está relacionada con la epidemia de obesidad y diabetes tipo II.

Estos productos deben importarse en países como Colombia, pese a tener una amplia diversidad de tierras para cultivar frutales, hortalizas y todo tipo de alimentos. Según la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales y Leguminosas (Fenalce), en 2017  las importaciones de maíz aumentaron el 9.7 %, al pasar de 4,64 millones a 5,10 millones de toneladas, lo que ubica al país como el cuarto importador del cereal en Sudamérica.

Para biólogos como el profesor Tomás León Sicard, de la Universidad Nacional, la restauración de paisajes a través de la agroecología también salvan a especies polinizadoras, entre ellas las abejas, hoy también en peligro debido, entre otras razones, a los plaguicidas y a alteración de ecosistemas naturales.

Tanto para este experto como para la también investigadora Carmen Alicia Rivera, de la misma institución, la agroecología se abre cada vez más paso en distintos países, como respuesta a la degradación ambiental causada por  los cultivos industriales.

Dos ejemplos de estos modelos tradicionales de agroecología en los municipios antioqueños del Carmen de Viboral y Marinilla, son reseñados por investigadores de la Universidad de Antioquia,  quienes muestran la amplia variedad de cultivos de frutas como aguacate, limón, tomate de árbol  y uchuva, así como de hortalizas –perejil, zanahoraria, lechuga, tomate, acelga- que se cultivan en dos fincas pequeñas que surten con sus productos limpios a los mercados de Medellín.

De acuerdo con la evaluación realizada, estos sistemas agroecológicos han alcanzado una producción eficiente implementando prácticas de manejo de la biodiversidad funcional que le ayudan a tener organismos con funciones ecológicas fundamentales.

Crecen redes agroecológicas

En Bogotá, entre tanto, desde marzo de 2016 se constituyó la Red de Mercados Agroecológicos de Bogotá-Región, con la participación de organizaciones como la Feria Agroecológica Uniminuto, ALaCena, Mercado Agroecológico Tierra Viva, Semilla Andina, Sembrando Confianza, Econexus In Situ y Slow Food.

De esta forman parte tres mercados tipo feria (Feria Agroecológica Uniminuto, Mercado Agroecológico Tierra Viva y Mercado de La Tierra Slowfood), dos mercados a domicilio (La Canasta y Sembrando Confianza) y dos aliados (ALaCena y Slow Food), a las cuales están vinculados cerca de 200 grupos de productores y alrededor de 2.000 familias consumidoras de la capital del país.

Para ellos, los tres primeros principios de la agricultura ecológica son el uso adecuado de insumos y tecnologías amigables con la naturaleza -que excluye el uso de agroquímicos tóxicos y Organismos Genéticamente Modificados–, prácticas de conservación del suelo y el buen uso del agua teniendo un plan de manejo que fomente la reutilización y la descontaminación de aguas residuales.

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La agroecología es, en palabras de Alfonso Martínez -un joven agroemprendedor del departamento del Meta- “la base fundamental de nuestra existencia tomando como referencia la torre de la sostenibilidad”.

Desde el centro agroecológico La Cosmopolitana, ubicado en el municipio de Cumaral, Alfonso siembra una amplia variedad de frutales como copoazú, mangostino, cítricos, además de hortalizas y plantas medicinales.

Su tarea es capacitar a cultivadores agroecológicos y cambiar la mentalidad de los campesinos que se han “casado” con los agroquímicos, porque más que ninguno está convencido que la agroecología la clave de la seguridad alimentaria y de la sostenibilidad del planeta está en la diversidad de plantas que “hacen del trópico el mejor lugar para vivir”.

La tendencia de la agroecología sigue echando raíces como alternativa para mejorar la salud y salvar al planeta.