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Un estudio realizado en tres minas abandonadas, en Condoto, muestra que las condiciones iniciales del bosque pluvial se transformó hasta en un 50%. El impacto dejado por esta actividad todavía se nota.

 

QUIBDÓ.-La actividad minera mecanizada a cielo abierto en la región chocoana del Pacífico, desde 1950, ha afectado drásticamente sus ambientes y ecosistemas, especialmente en la región del distrito minero del San Juan, modificando la estructura hídrica e hidrológica de la zona y alterando sus ecosistemas.

Como consecuencia de esta intervención se degradaron numerosas áreas naturales en las que, después de muchas décadas de abandono de la explotación, todavía se nota el impacto y la pérdida de la complejidad, el vigor y la diversidad características de esta selva húmeda.

Actualmente, las áreas remanentes no tienen conectores biofísicos que permitan su articulación con bloques originales de selva, por lo cual no se ha logrado la integración de los grupos biológicos ni el desarrollo de las funciones ecológicas básicas.

Además, la tecnología que hoy se emplea en la minería de oro y platino a cielo abierto cambió sus prácticas extractivas, lo que ha multiplicado el impacto, y más preocupante, incluso, es que se ha abierto el acceso a lugares que habían estado resguardados por la dificultad para llegar a ellos.

Así lo constataron el estudiante de doctorado de la Universidad Nacional, Giovanny Ramírez, y el profesor J. Orlando Rangel- Ch., quien dirigió la tesis en la cual se desarrolló la investigación, en la cual se compararon los resultados del estudio realizado sobre minas abandonadas con los de un bosque testigo, observando que después de 30 años, la comunidad vegetal se encuentra aproximadamente en un 50 % de sus condiciones iniciales en cuanto a la composición florística y el arreglo de la estructura y la arquitectura, con el agravante de que la nueva comunidad es completamente diferente a la del bosque testigo.

Para el estudio se identificaron las comunidades vegetales (composición florística y estructura) en tres sectores de minas abandonadas hace 30, 15 y 5 años, ubicadas en el corregimiento de Jigualito, municipio de Condoto (Chocó).

En cada área se establecieron cinco parcelas de 500 m2 de superficie, en las cuales se registraron y midieron los individuos de todos los estratos de nidos según la altura, donde se constató que la riqueza aumenta y los valores de las abundancias disminuyen en la medida en que se incrementa el tiempo de recuperación, lo cual favorece el aumento de la diversidad y la aparición de una estructura más compleja que pasa de tres estratos en los cinco primeros años a cinco claramente definidos después de 30 años de regeneración natural del bosque.

Los investigadores evaluaron la adaptabilidad de la acacia (Acacia mangium) y la bija (Bixa orellana) en áreas degradadas por la actividad minera aluvial en Condoto y presentaron un diagnóstico ambiental de áreas degradadas por la minería de oro y platino en el municipio de Atrato. Esta investigación incluyó un diseño de alternativas de recuperación de la áreas degradadas mediante el establecimiento de plantaciones de A. mangium (exótica), B. orellana y Ochroma pyramidale.

Sin embargo, los autores del estudio aclaran que persisten vacíos considerables de información en torno a los impactos reales en la estructura y la composición de los ecosistemas (esqueleto vegetal), los aspectos importantes de sus funciones ecológicas, la afectación del sustrato y la caracterización de los efectos de la intervención en el espacio y en el tiempo.

Minería a gran escala, gran riesgo

Si continúa la incorporación de nuevos territorios a la actividad minera a gran escala, los efectos perturbadores sobre la biodiversidad y los servicios ecosistémicos aumentarán, advierten los investigadores.

Dado que la minería mecanizada a gran escala causa transformaciones muy serias tanto en el componente biótico como en el medio físico, en el estudio se planteó como objetivo principal documentar los cambios en la comunidad vegetal en diferentes fases de recuperación. Se utilizaron como referencias la caracterización de aspectos básicos de la estructura y la composición florística, con el fin de responder a la siguiente pregunta: ¿la cuantificación de las variaciones en los patrones de riqueza y diversidad (composición florística, aspectos de la estructura) en áreas sometidas a explotación minera a cielo abierto en diferentes fases de recuperación puede proporcionar información apropiada para respaldar decisiones gubernamentales en torno a la minería a cielo abierto?

En la zona de estudio aún hay áreas con una densa cobertura vegetal donde no ha habido intervención antrópica y se encuentran árboles con alturas entre 30 y 45 m. 

Se seleccionaron los siguientes sitios de “recuperación” que habían sido intervenidos con minería a cielo abierto: un área de bosque con más de 30 años de sucesión y recuperación; un área con 15 años de recuperación que se encuentra rodeada por pozos de agua producto de la actividad minera, y un área con cinco años de sucesión rodeada por cuerpos de agua, así como un bosque testigo sin evidencias de actividad minera.

El material recolectado fue secado, prensado y etiquetado, y las muestras se identi ficaron con la ayuda de claves taxonómicas especializadas. Además, se contó con la colaboración de los botánicos especialistas del Herbario Chocó y el Herbario Nacional Colombiano (COL), lugares donde fueron depositados las comunidades vegetales .

En síntesis, el patrón caracterizado muestra las siguientes condiciones: la riqueza a nivel taxonómico se incrementa en la medida en que avanza la recuperación (fases de sucesión).

El número de familias se ha incrementado de 16 en el área en recuperación de 5 años a 23 en el área de 30 años. Los géneros han pasado de 27 (5 años) a 40 (30 años) y el número de especies ha variado de 28 (5 años) a 52 (30 años).

Este panorama se aleja bastante de la riqueza en el bosque testigo: 41 familias, 101 géneros y 128 especies (incluidas las epífitas). Según el patrón de similaridad orística, se encontraron siete especies (4 % de la riqueza total) representadas en todas las fases. Se encontraron 18 especies comunes al bosque testigo y la fase de recuperación de 30 años (10,5 % de la riqueza total).

Los resultados obtenidos evidencian que la minería a cielo abierto genera modi ficaciones drásticas en la estructura de los bosques, pues hay pérdida de estratos (y, obviamente, de biomasa), principalmente el arbóreo. Debe recordarse que en los bosques con estructura apropiada proliferan grupos florísticos como las epífitas, que sirven como indicadores de un buen estado de salud y conservación, según documentación de los investigadores.

Si se hace una extrapolación “muy lineal” y se considera que en 30 años solamente se ha alcanzado a recuperar el 36 % del patrón de riqueza, lograr una condición de restauración parecida a lo que sería un palmar mixto de P. dactyloides y T. guianensis requeriría aproximadamente otros 50 años (80 años en total), advierten los autores del estudio.

Si tomáramos como referencia la formación boscosa predominante en la isla Gorgona, donde se documentaron procesos de intervención en la vegetación natural de manera tal que la mayor parte de estos bosques aún se encuentran en fases avanzadas del proceso de recuperación, para alcanzar el valor de riqueza promedio se requerirían cerca de 35 años más (65 años en total).

La restauración de los ecosistemas forestales representa una estrategia clave para la lucha contra las manifestaciones del cambio climático (pérdida de biodiversidad y desertificación), y ofrece oportunidades de desarrollo a las comunidades involucradas en dichos procesos, dados los productos y servicios que genera esta práctica.

La restauración requiere de planificación, no es solo plantar árboles, su éxito depende de una proyección cuidadosa y debe basarse en los conocimientos científicos necesarios para que los ecosistemas degradados efectivamente puedan sobrevivir y recuperarse de las diferentes presiones abióticas, bióticas y sociales, concluyen los investigadores.