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El estudio molecular de las tortugas próximas a ser liberadas facilita su ubicación en el lugar más cercano a su procedencia original, con lo cual se evita una contaminación genética y hasta extinciones locales. (Por: María Luzdary Ayala V., UN Periódico Digital) (Fotos: Oscar Piratova, Unimedios)

 

BOGOTÁ.-Una a una, las más de 100 tortugas que permanecen en la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS), en el campus de la Universidad Nacional de Colombia (UN), fueron pasando por las manos -debidamente preparadas- de los estudiantes de Medicina Veterinaria y Biología, que participaron en el primer análisis molecular que se hace en el país de estas especies, para conocer su procedencia original.

Todas ellas fueron marcadas por medio de un chip que se les introdujo al comenzar el estudio, y fotografiadas, para reconocer sus características físicas; luego, con un pinchazo en el cuello o en la cola, se les extrajo una pequeña muestra de sangre, no mayor a 1,5 ml, suficiente para estudiar su ADN (información genética), explica la doctora Lina Puentes, médica veterinaria de URRAS.

Carlos Andrés Páramo, uno de los estudiantes que realiza su trabajo de grado como parte de este estudio, junto con Andrés Camilo Plazas Vargas, Sara Alejandra Rivera Rubio y Laura Camila Uribe Arango, participó en la fase de caracterización. Fueron alrededor de dos semanas dedicadas a esta tarea. “Las observamos en detalle y determinamos todas sus características físicas y fenotípicas”, explica. Ojos color aceituna, escamas en la cabeza, colores del cuerpo, caparazón ovalado con manchas grandes cafés son, entre otros, los rasgos que se registran.

El profesor Mario Vargas Ramírez, del Instituto de Genética de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), junto con Claudia Brieva Rico, profesora vinculada a URRAS, de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia, lideraron el estudio.

“Liberar especies silvestres sin un estudio previo de su procedencia implica ciertos riesgos para su sobrevivencia y para el bienestar de la población a la que llegan, cuando esta no comparte su mismo origen”, señala el profesor Vargas Ramírez, doctor en biología evolutiva, quien lleva más de 20 años estudiando el grupo de los quelonios, como se conoce científicamente a las tortugas. “Cuando niño me regalaron una y desde entonces se volvieron mi centro de atención”, recuerda.

Adaptaciones locales

Una especie crea ciertas adaptaciones locales para sobrevivir, que tienen qué ver con factores bióticos, abióticos, además de competencia y depredadores, entre otros; pero cuando llega un individuo nuevo que no tiene el mismo material genético y se mezcla con los locales, se reduce ese bienestar creado, haciendo que tales adaptaciones se diluyan y se llegue a afectar la eficacia reproductiva y supervivencia de la población (fitness). Se produce, entonces, lo que los expertos denominan “depresión exogámica”, que consiste en la pérdida de la herencia evolutiva de las poblaciones de una especie por mezcla con individuos de otras poblaciones o subespecies.

En tales condiciones, pueden propiciarse afectaciones en la salud y el potencial evolutivo, lo que podría llevar a una extinción local, de ahí que el profesro Vargas Ramírez considere muy importante hacer el análisis previo de los individuos que van a ser liberados en determinada zona.

Un método indirecto para esta identificación consiste en estudios genéticos con marcadores moleculares neutrales como genes del ADN mitocondrial. En estos casos, una vez realizado el análisis, se evalúan los resultados de los animales que se van a liberar y se comparan con los marcadores de individuos de los cuales se conoce su lugar de procedencia.

Al realizar análisis moleculares que permitan relacionar las secuencias de animales decomisados con grupos genéticos definidos a lo largo del rango de distribución de las especies, se podría asumir una región de procedencia determinada. Para hacer esta comparación, el equipo de investigadores tuvo que recorrer algunas regiones del Pacífico, de la Costa Atlántica, Llanos Orientales, Amazonia y Magdalena Medio, donde obtuvieron muestras de los especímenes que habitan estas zonas.

Con el DNA extraído de la muestra de sangre y un procedimiento llamado Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR por sus siglas en inglés), se amplifican los marcadores moleculares que se quieren comparar y se llevan a un secuenciador, el cual determina la cadena de nucleótidos exacta y se sacan conclusiones, explica el profesor de Genética.

Esta labor fue llevada a cabo como parte del trabajo de grado de una nueva generación de biólogos comprometidos con la conservación de quelonios colombianos: los estudiantes de biología Sebastián Briceño, Andrés Jiménez y Hernán Mariño, quienes hicieron su trabajo de grado.

Seis especies estudiadas

El estudio realizado en URRAS incluyó seis especies de quelonios: Chelonoidis carbonaria(morrocoy), Chelus fimbriata(mata mata), Kinosternon leucostomum postinguinale(tapaculo), Podocnemis unifilis(terecay), Rhinoclemmys melanosterna(palmera) y Trachemys venusta callirostris(hicotea). Se analizaron, además, individuos de los cuales se conocía su procedencia, lo cual permitió comparar e inferir la procedencia más probable de los primeros.

Con este análisis se determinó que las tortugas morrocoy, matamata, palmera e hicoteacontaban con algunos datos moleculares de referencia útiles para inferir su región de origen más probable. Sobre las otras dos especies, en cambio, se tenían datos moleculares deficientes o ninguno.

La información obtenida lleva a los investigadores a asegurar que los marcadores moleculares utilizados aportan información valiosa acerca de la región de procedencia de los individuos analizados, siempre y cuando exista información de referencia vinculada a la distribución genética natural de las especies.

De hecho, los especímenes de las cuatro especies identificadas serán llevados a sus respectivos lugares de origen, con el permiso y salvoconducto correspondientes, expedidos  por la Secretaría Distrital de Ambiente, y con el aval de las autoridades ambientales de los lugares a donde serán remitidas.

En tal condición, los expertos consideran que este tipo de análisis molecular debería ser parte de la rutina de liberación de especies traficadas por parte de las autoridades ambientales.

De igual manera, consideran necesario adelantar estudios filogeográficos y de genética de poblaciones detallados para las especies de quelonios continentales más traficados, que permitan tener información de referencia acerca de los grupos genéticos y poblaciones en su rango de distribución.

El trabajo es dispendioso pero necesario, si se tiene en cuenta que en el mundo se registran 356 especies de tortugas, de las cuales en Colombia habitan 28 en el área continental y cinco en la marítima, según detalla el profesor Vargas Ramírez.

Tortugas, entre las más traficadas

La médica Lina Puentes, quien participó en la fase de muestreo, comenta que las tortugas, junto con las aves, siguen siendo las especies más traficadas en Colombia. La mayoría de las que llegan a URRAS, donde son rehabilitadas y posteriormente enviadas a las autoridades ambientales para su liberación, son producto del tráfico ilegal. En el transcurso de los últimos años, se han remitido para liberación alrededor de 80 tortugas, especialmente terecays, morrocoyes y hasta una matamata, enviada al departamento de Casanare.

Según la profesora Claudia Brieva, los reptiles figuran entre las especies más amenazadas en Colombia, por cuenta del tráfico ilegal. Entre estos, cerca del 37 % corresponden a tortugas que habitan el territorio continental y que se hallan en distintas categorías de amenaza.

Al respecto, datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia (MADS), ubican a las tortugas morrocoy y terecay entre los animales de mayor ingreso a los centros de rescate de fauna silvestre.

Aunque Colombia contaba en el pasado con tal cantidad de tortugas, que según cronistas del siglo XVIII, en la Orinoquia y Amazonia hasta se hacían senderos de caparazones de charapas y terecay, para atravesar los ríos, el país muestra hoy unas diezmadas poblaciones de estos reptiles, que pese a las campañas educativas, todavía son apetecidos como alimento, para comercializar como mascotas o para obtener productos medicinales.

Según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, algunos autores han estimado que, tan solo en el río Orinoco, en el año 1800, existían cerca de 330.000 hembras adultas, cifra que llegó a tan solo 804 para el 2010. 

Los resultados obtenidos llevan a los investigadores a pensar en que es posible disminuir el riesgo de contaminación genética y sus efectos, pues la liberación de animales se podrá hacer en regiones donde se encuentren las poblaciones genéticamente más similares.

Para los expertos de la U.N., su estudio evidencia que aún falta investigar mucho más sobre las especies de tortugas objeto de tráfico ilegal, por lo cual formulan un llamado a seguir fomentando estudios en sistemática molecular que permitan tener bases sólidas de referencia que ayuden a determinar los sitios de procedencia más probables de individuos incautados y a ofrecer información objetiva para la conservación y manejo de las especies.

De esta manera se llevarían a cabo procesos de liberación más responsables, por medio de una herramienta eficaz como la probada por ellos, para evitar la contaminación genética de poblaciones silvestres y el riesgo de perder las adaptaciones que se han venido dando durante millones de años de evolución.